miércoles, 24 de septiembre de 2014

Siempre, cuando termino mis vacaciones, necesito acercarme a un lugar escondido de la provincia de Guadalajara. Un lugar, de esos que tan bien describió Camilo José Cela en su libro Viaje a la Alcarria.
No sé muy bien por qué tengo esta imperiosa necesidad; pero si sé, que me reconforta y prepara para el melancólico invierno...
Para algunos es estar en medio de la nada; para otros,de obligado vivir.
Pero, para mi,es un lugar que representa mucho ya que fue una parte de mi infancia llena de descubrimientos naturales;una etapa de mi vida en la que fui absolutamente feliz.
...Me inicié en el preparado de la tierra para una buena siembra y futura recogida de la cosecha;
Debido a que unos tíos tenían colmenas, aprendí sobre la vida de las abejas y la fabricación de la miel(algo, que he de confesar me daba miedo, pero mi insaciable curiosidad siempre terminaba venciendo).
Al final del verano comenzaba la recogida del espliego.Los adultos montaban las calderas para la destilación... Y, a medida que observaba aquel "oloroso" proceso, mi abuelo me contaba que ya los romanos solían poner gruesos ramos de esta planta en sus baños... - Lo que puedo aseguraros es, que en nuestra casa, nunca faltaba un frasco grande lleno de esta esencia-.
Subí montes a tempranas horas de la mañana para recoger té y manzanilla.
Me encantaba subirme a los cerezos,a las higueras, perderme entre los campos de trigo o esconderme entre las viñas...
Asistí a las típicas matanzas del cerdo (eran auténticas fiestas con mucha gente alrededor del hogar)...
Aprendí a pescar, y quedé fascinada por la pesca del cangrejo con ratel...
Era genial! Sensaciones maravillosas, llenas de vida con mucho amor...que todavía palpitan.
C.Bueno

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