Por tí, Elda

… Vivo un día triste; es uno más, de los que últimamente se repiten a menudo. Mi padre, después de pasar la noche sin dormir - llamando a multitud de personas: unas ya fallecidas, otras, no sabemos quienes son- alza los brazos como si quisiera tocar algo o a alguien; de repente, parece calmarse, pero enseguida pasa a un estado si cabe más triste, pues sus lamentos son como puñal que nos desgarrara el corazón. Es infinita la pena que se siente al comprobar que no puedes traerlo al mundo real; que, lo mejor, es trasladarnos nosotros a ese mundo suyo y decirle lo que él quiere oír. Mirarle a los ojos e intentar poner en nuestra sonrisa y mirada todo el cariño del mundo; cogerle la mano con la mayor ternura posible; ofrecerle parte de nuestro tiempo para que , con nuestra escucha, él se sienta todavía válido …

Esta situación, me trae a la memoria la historia de una señora cubana. Vivía en una residencia de ancianos, donde mi hermana y varias compañeras y compañeros tuvieron la oportunidad de darle algo de lo que ella carecía por la lejanía de sus seres queridos : cariño, ternura y atención.

Desde aquí y, hasta “allí” donde se encuentre, quiero hacerle llegar mi admiración y respeto: por sus ganas de vivir y por cómo se enfrentaba a la vida: daba y sabía recibir.

Y para rendirle homenaje, os dejo estos versos que ella misma escribió a las personas que le cuidaban.
Los versos son auténticos y yo, os los puedo ofrecer, gracias a mi hermana, que los tiene desde hace años guardados con mucho cariño.

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